La ministra de Exteriores sueca, Margot Wallström, quiere dejar huella en el mundo fomentando el feminismo en tres ámbitos: Respeto por los derechos, Representación y Recursos (sus tres erres). Y está preparada para predicar con el ejemplo. Puedes leer más en este reportaje de BBC Mundo o en este más reciente de la revista Vanity Fair (versión española).
Pero ¿tiene derecho Suecia a imponer su visión feminista en otros países con valores muy diferentes a los suyos?
Hay cuatro conceptos que nos ayudan a analizar la postura de Suecia desde un punto de vista intercultural:
La Mentalidad Localista influye en el feminismo
La mentalidad localista contempla el mundo desde la óptica local, dando por hecho que solo hay una manera de ver, interpretar y valorar la realidad; la nuestra. Está claro que Suecia parte de una óptica localista.
Etnocentrismo
El etnocentrismo añade superioridad: nuestra visión del mundo es la mejor, la correcta, la que debería dominar en todo el planeta. Suecia no esconde su etnocentrismo. Y esta actitud etnocéntrica se da también en muchos otros países del mundo conocido como «Occidente».
Etnorelativismo
Los antropólogos recomiendan el “etnorelativismo”, que es la capacidad parar ver, interpretar y evaluar desde el punto de vista de otras culturas. Cuando la ministra Wallström tuvo que suavizar sus críticas contra Arabia Saudita, puede que mostrara una pizca de etnorelativismo. (Leer más: etnorelativismo)
Relativismo Cultural
Una perspectiva etnorelativista forma parte de la filosofía del relativismo cultural.
Ninguna cultura es superior a otra y solo se puede juzgar una cultura según sus propios criterios.
Difícilmente Suecia, o cualquier otro país occidental, aceptaría esta postura a la hora de hablar de derechos humanos.
Desde “Occidente”, es impensable que alguien no acepte la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU. Pero en 1948 no solo fue rechazada por algunos países, sino también por muchos antropólogos. ¿Cómo se atrevían unas culturas a imponer sus valores sobre otras?
Sin embargo, desde entonces, muchos antropólogos y otros investigadores internacionales han cambiado de postura. Hay que relativizar, pero con límites. Y el límite estará en aquellas prácticas culturales que comprometan la vida, la salud y la integridad psicológica y/o física de las personas.
A partir de aquí, podemos volver a lanzar nuestras preguntas sobre el feminismo:
¿Tiene derecho Suecia a imponer su visión feminista en otros países con valores muy diferentes a los suyos? ¿Cuál es tu opinión?